22 Abr Ríndete, aunque sea un poco

Nunca pensé que escribiría un titular como este. Pero te aseguro que no me convertiré con ello en un pusilánime estreñido o un conformista deplorable. No obstante, hay veces en las que es mejor rendirse.

 

En estos tiempos del #yesyoucan desmedido y exacerbado y del #puedescontodo desatado y pervertido, parece que cuesta decir que no. Parece que cuesta parar. Parece que no podemos tener un día de mierda por culpa de los osos amorosos esos que fundaron algo muy wonderful. O parece que si un día no es productivo, no ha servido de nada. La pregunta es ¿Productivo para qué?

 

¿Para tu cabeza? ¿tu cuerpo? ¿tu alma? ¿Tu espíritu?

 

Ah no, para tu trabajo. Ese que cada día crece y se apodera de tu agenda como un amigo acoplado o una novia pelma y dependiente. Y lo digo con conocimiento de causa, lo digo porque me ocurre. Lo del trabajo, no lo de la novia. Lo digo porque los que me conocéis sabéis que la mayor parte del tiempo mi trabajo es el eje central de mi vida.

 

Me rindo.

 

Tiene narices que sea yo quien lo diga, cuando durante los últimos 6 años no he parado de empowerizar y empowerizarme continuamente pensando que nada podría pararme. Pero de pronto llega algo y te para. Y no puedes hacer nada. De poco valen las frases que subía o leía en instagram, de poco valían ya las putas frases de coloritos turquesa o rosita en cuadernos y agendas abandonadas. De poco vale tu vida, cuando tu vida de pronto parece que empieza a no valer nada.

 

Rendirte no significa tirar la toalla.

 

Creo que durante estos años he vivido con una creencia errónea y limitante. Pensaba que podía con todo. Decía a todo que sí. Congreso, viaje, gimnasio, reunión, evento, fiesta, viaje, amigos, conferencia, meditación, viaje, familia, viaje, prezi, cervezas, masaje, camp, gimnasio, prezi , skype, empalme, blog, clase, agencia, viaje, skype, master, prezi, red bull, otro, otro, (coño, ¿otro?), #nananacomeon, viaje, camp, fiesta, skype, casa, viaje, pareja, master, agencia, oficina, blog, camp, cliente, agencia. Me sentía poderoso e imparable sabiendo que podía con todo. Pero lo cierto es que es ahora cuando más fuerte me siento.

 

Ahora que digo ‘no’, ahora que digo ‘para’. Ríndete, aunque sea un poco.

 

Rendirse no significa perder de vista tu meta ni desprenderte de ella, eso se llama fracasar. Rendirse no es de cobardes. Con mesura y sin perder de vista tu objetivo, es virtud de sabios. Rendirse no quiere decir que gane el miedo. O el cansancio. También puedes ser un valiente con sueño. También puedes ser valiente cuando estás acojonado.

 

Rendirse es dejar para mañana el post que querías hacer esta noche para cenar con tu madre. Rendirse significa cancelar por primera vez en 3 años un Camp en Madrid por miedo a quedarte sin voz. Rendirse significa hacer menos cosas pero hacerlas mejor. Rendirse significa no temer desprenderse de nada salvo de uno mismo. Rendirse significa seguir inteligentemente, significa descansar, significa respirar y respirarte. Terminarte antes todas las noches. O hacer que te termines conmigo.

 

Rendirte significa entender que es imposible volver a verte antes de que este ave en el que escribo llegue a Málaga. Rendirte es aceptar que una sola persona no puede responder a todos los emails, ni al resto de los mensajes que recibe de las 14 redes sociales que se abrió un día para trastear y ahora han acabado siendo su trabajo. O ya te has ocupado tu de que lo sea.

 

A veces pienso que los profesionales de social media, en realidad, lo que necesitamos es una excusa para saber que no estamos perdiendo el tiempo mientras estamos conectados. Pero lo hacemos. Perdona, estoy trabajando, te dices a ti mismo. O incluso se lo sueltas a alguien. Falacias.

 

El tiempo que dedicas a redes sociales y servicios de mensajería se lo restas a tu vida. Y sé que manda huevos, con perdón, que sea yo quien lo diga.

 

Ya pensamos que todo forma parte de todo, pero sigue sin ser así. Dejamos que el semáforo se ponga en rojo. Admítelo. Lo deseamos. Ya podemos contestar. Enviar. Verde, seguimos. Dejamos que pase el autobús, dejamos que se vaya el taxi o dejamos de mirar al frente y encontrarnos con alguien que hacía lustros que no veíamos. Dejamos de priorizar las cosas que ocurren a nuestro alrededor porque ahora el foco es lo distante. Nos hemos equivocado a la hora de medir lo inmediato. La red disipó la distancia entre dos puntos, pero hizo que perdiéramos de vista la línea recta que los une. Dejamos de priorizar el contacto, lo directo, el roce, tu mirada, ese gesto. Por no hablar de la confusión reinante sobre lo urgente y lo importante.

 

Ríndete. De vez en cuando, al menos. Cuando vaya a explotar tu bandeja de entrada, cuando hayas quedado con tu entrenador personal y luego tengas una cena y después tengas que acabar el informe para el cliente y acabar la presentación de mañana. Ríndete y despréndete de tu propia exigencia. Ríndete o algo te hará parar. Y ese algo no es opcional, no es bloqueable, ni se puede suprimir, no se borra ni se elimina, no se pone en silencio. No puedes deslizar el dedo en ninguna pantalla. Te para y punto.

 

Rendirse no significa dejar de exigirse lo máximo a uno mismo.

 

Lo máximo puede ser un spa, un paseo por el parque con el móvil en silencio. Y sin mirar la pantalla. Lo máximo puede ser un beso, un abrazo, un árbol. Lo máximo puede ser irte a la cama alas 21 horas. Te reto a que lo hagas. Me reto con ello también. ¿Lo ves? Tenemos un concepto equivocado de la palabra reto. ¿Por qué demonios el reto es aguantar despierto 40 horas y no lo es apagar el portátil y hacerle cosquillas en el brazo al mejor sistema operativo que tienes a tu lado?
Me rindo, aunque sea un poco, para que mi cuerpo y mi alma no se rindan del todo.
Me rindo para no caer. Me rindo para equivocarme. Me rindo porque rendirse también es de valientes. Me rindo porque no merece la pena afrontar todos los obstáculos para llegar a tu objetivo. Me rindo porque sé que hay mil caminos para lograrlo. Y me rindo porque no en todos aparece un conejo con un reloj enorme en la mano.

 

Me rindo porque me niego a escribir con abreviaturas por whatsapp, me rindo porque me niego a no dedicar el tiempo suficiente a responder a una persona que me pide ayuda. Me niego a convertirme en lo que antes admiraba. Hombres de hierro, de litio, de promesas envasadas al vacío. De miles de seguidores y sillas vacías. Me rindo porque no quiero llevar traje, ni camisa, me rindo porque tengo ganas de acabar el post para mirar como se estremece el cielo gris por la ventanilla. Me rindo porque adoro ver como llueve desde el tren.

 

Me rindo no significa volveré. Significa que nunca me he ido. Me rindo significa que sigo aquí y al menos ahora decido. Alguien nos metió la absurda idea en la cabeza de que hay que mantenerse en la cresta de la ola porque no sabemos cuando vendrá la siguiente. Me la pela, con perdón, pero así te lo digo. Así me lo digo.

 

No pararé hasta conseguir lo que tengo en la mente, en el alma y en el espíritu. Pero espero rendirme cientos de veces por el camino.

 

Hace años que me deshice de los sueños ajenos. Hace tiempo que tu traje me dice que tu vida esta vacía, que tu chaqueta huele a gris, a rancio, a conferencia barata y manida. Tu chaqueta huele a que llevas años diciendo lo mismo. A éxito importado de Estados Unidos. Hueles a podrido en tu cochazo, hueles a fracaso en tu mansión y hueles a banalidad cuando te sientas a observar los muebles de diseño que te has comprado. Hueles a hueco y a soledad. Y lo sé porque me ha pasado.

 

Intentaste comprar la alegría y el éxito con el dinero que conseguiste alquilando una buena parte del tiempo de tu vida a una empresa de mierda. Para un jefe de mierda, para que alguien gane mucho más dinero que tú. Y para que te llenes de mierda mientras piensas que quieres ser cómo él.

 

Ríndete y renuncia a ese trozo de mierda.

 

Ríndete cuando te des de bruces siempre contra lo mismo. Pero no te rindas cuando los demás lo digan. No te rindas si alguien te dice que estás loco o loca. Molas. Y que no se te pase por la cabeza rendirte cuando alguien te diga que no da tiempo o que es una locura. Pero ríndete, aunque sea un poco, cuando seas el único y legítimo responsable para hacerlo. Si lo piensas, es más tiempo del que crees. Pero no olvides que de eso dispones de menos del que piensas.

 

Ríndete si crees que puedes con todo. Porque a lo mejor el reto va de ver si eres capaz de frenarte.

 

A lo mejor tu sprint no vale de nada. Conozco personas que llevan años viviendo una carrera de sprint. Yo mismo era una de ellas. Pensaba que iba a contrarreloj, pensaba que todo tenía que ser ya, ya, ya. Ayer, no llego. Se acaba. No da tiempo. Stop.

 

Me voy a la cafetería a desayunar y a ver como llueve a través de la ventanilla.
Podría seguir y acabar el post, pero por ahora, y sólo por ahora, me rindo. Quizá ya lo terminé. O no. Pero por ahora me rindo, aunque sea un poco.

Amel Fernandez
amel.fernandez@gmail.com

Especialista en estrategia en Marketing Digital y Social Media. Formador, ponente y fundador del proyecto educativo Social Media Camp. Director de la agencia Social Medier.

0 Comentarios

Escribe un comentario